Te voy a contar una historia, que además de ser bonita, encierra lecciones de oro puro para la inversión en los mercados financieros.
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La historia es muy buena. Llegó a mí de casualidad, me la mandó un buen amigo. Decir que la persona que la contó fue Charlie Bilello:
«A finales de agosto de 1930, los gemelos Warren y Wally nacieron en Omaha, Nebraska. Venían de una larga línea de grandes inversores y se esperaba mucho de ellos. Mientras que Warren parecía haber heredado estos genes, Wally no tuvo tanta suerte y no tenía ninguna perspicacia inversora.
Cuando eran adolescentes, Warren y Wally recibieron una pequeña suma de dinero para invertir en el mercado de valores. Mientras que Warren sólo elegía acciones que cotizaban con un gran descuento respecto a su valor intrínseco con la intención de mantenerlas para siempre, Wally siempre fue un buscador de emociones y consideraba que ésta era una estrategia aburrida y tediosa. Así que, en su lugar, persiguió las modas más calientes del momento, entrando y saliendo de los valores basándose totalmente en la emoción.
Mientras que la cartera de Warren creció considerablemente en los años siguientes, Wally no tuvo tanta suerte. Parecía tener la extraña habilidad de comprar una acción en su punto más alto para luego venderla en pánico después de una caída sustancial. Repitiendo este proceso una y otra vez, pronto se quedó sin nada.
La experiencia marcó a Wally y renunció al negocio familiar de las inversiones. Después de graduarse en el instituto, Warren se fue a Wharton a estudiar empresariales, mientras que Wally aceptó un trabajo en el Dairy Queen local, un nuevo restaurante de comida rápida que estaba ganando popularidad.
Wally no volvió a pensar en invertir hasta que cumplió 25 años, cuando heredó un importante fideicomiso por valor de 130.000 dólares. Sin embargo, el fideicomiso venía con algunas reglas estrictas:
– Sólo podía invertir en una cartera de acciones diversificada del S&P 500 y no podía retirar nada de los fondos hasta que cumpliera 86 años.
– Podía determinar cuándo y qué cantidad de los 130.000 dólares invertir a lo largo del tiempo, pero una vez que comprara en el mercado, no podía vender ni una sola acción hasta que cumpliera 86 años.
– Todos los dividendos debían reinvertirse inmediatamente en el mercado.
– No se le permitía ver el saldo de la cuenta de su cartera de acciones hasta que cumpliera 86 años.
– La parte no invertida de los 130.000 dólares se mantendría en una cuenta bancaria local que no devengaría intereses.
Al principio, Wally no se atrevió a hacer nada, pero justo antes de cumplir 26 años no pudo esperar más. El mercado de valores llevaba años en auge y Wally temía perderse las riquezas de las que todo el mundo parecía hablar.
Así que el 2 de agosto de 1956, Wally invirtió 10.000 dólares en el mercado. Este fue, por supuesto, el día en que el mercado de valores tocó techo. La bolsa bajaría un -21% antes de tocar fondo en octubre de 1957, y aunque Wally deseaba poder vender todo en ese momento, las reglas del fideicomiso le impedían hacer nada.
Así que se olvidó de invertir durante un tiempo, hasta que otro mercado alcista se afianzó y no pudo resistir más. El 12 de diciembre de 1961, Wally invirtió otros 10.000 dólares en otro máximo del mercado.
Durante los siguientes 60 años, repetiría este patrón una y otra vez, sólo añadiendo nuevas inversiones en los máximos del mercado alcista: 10.000 dólares en febrero de 1966, diciembre de 1968, enero de 1973, noviembre de 1980, agosto de 1987, julio de 1990, julio de 1998, marzo de 2000, octubre de 2007, septiembre de 2018 y, por último, en febrero de 2020.
Sus 130.000 dólares estaban ahora totalmente invertidos en el S&P 500.
Aparte de invertir, a Wally le había ido bien a lo largo de los años, trabajando duro y ascendiendo en Dairy Queen. Con el tiempo se convirtió en su mayor franquiciado. En 1998, la empresa de Warren compró Dairy Queen y los hermanos se unieron en el negocio por primera vez.
En agosto de 2021, Wally cumplió 86 años, y por fin pudo ver el saldo de su cuenta de inversión y vender sus acciones si así lo deseaba. Aunque tenía curiosidad por ver lo que había ahora en la cuenta, decidió esperar hasta la Nochevieja, organizando una pequeña reunión de amigos y familiares que incluiría a su ahora famoso hermano gemelo.
En la fiesta de Nochevieja, todas las miradas estaban puestas en Wally cuando abrió el sobre que contenía el último extracto de sus inversiones. Cuando vio la cifra, se quedó boquiabierto. Pensó que debía haber un error. Wally había amasado una fortuna de 18,6 millones de dólares. Esto suponía un aumento de 143 veces los 130.000 dólares iniciales y un rendimiento anualizado ponderado en dólares del +10,5%.
Pero no había ningún error, los números eran reales. Al diversificar, reinvertir los dividendos y no vender nunca, Wally había cosechado las enormes recompensas de la capitalización a largo plazo.
Al acercarse la medianoche, Warren se acercó a Wally con una sonrisa en la cara. Estaba orgulloso de su hermano y de todo lo que había logrado, pero no pudo resistirse a hacer la pregunta que le rondaba por la cabeza desde que llegó a la fiesta.
– Wally, ¿qué te parece el mercado ahora?
– No he sido tan alcista en mucho tiempo, respondió Wally. Cuando el mercado abra en 2022, seré un gran comprador. Esperemos que eso no sea una señal de techo.
En ese momento, los hermanos compartieron una risa sincera. Hay cosas que nunca cambian».
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